jueves, 20 de septiembre de 2012

Tranquilidad y viento fresco...

¡Que levante la mano el que quiera vivir una vida llena de tranquilidad y viento fresco!
¿Muchos? Ya veo!
Yo sin embargo, y no por ser contrera  (aunque me encanta desentonar) prefiero vivir mi vida lejos de la parsimonia y la tranquilidad. Prefiero sorprenderme, asustarme, enamorarme todos los días, perder el control remoto de mi existencia y no encontrarlo hasta haber pasado manualmente los canales y haber visto “esa película” que con el control en la mano seguramente nunca hubiese descubierto. Llenarme el alma de sobresaltos y la mente de alocadas lucubraciones, sacudir el polvo de mi cuerpo y bailar de vez en cuando la música que escuchan mis hijas, y mirarme al espejo haciendo piruetas. Elijo una y mil veces la intranquilidad porque la incertidumbre te mantiene atento, despabilado, por sobre la certeza que adormece el deseo y la pasión. Quiero hacer de mi vida una montaña rusa y abandonar definitivamente la calesita, quiero ver desde otros puntos de vista la realidad. Se me antoja que la vida me alcance para probar todos los gustos  del helado y las variedades de pizzas, y los sabores de los vinos. Quiera mi esencia que nunca me adormezca, ni me conforme, y mucho menos me tranquilice.
Saber exactamente que va a pasar mañana o dentro de un rato, no solo es una ilusión, sino que sería casi una condena si fuese posible.
La vida es movimiento, éxtasis, ímpetu.
Para la quietud del cuerpo, la calma de la mente y el sosiego del espíritu esta el descanso, el sueño. La vida sin embargo amerita ser vivida cada segundo como si fuese el primero.
Algunos pensarán que soy una ilusa, que vivo en una nube de pedo (si, escribí pedo), que es irreal que la vida sea vivida como un parque de diversiones, que pasan cosas feas, que la muerte existe y las cuentas de la luz hay que pagarlas, que los gobiernos de turno no nos alivianan las mochilas, que existe el hambre en el mundo y polución en el medio ambiente. Si, y qué? Excusas siempre existieron y seguiremos inventándolas. Yo elijo inventar excusas al revés, excusas para ser felices: el amor existe, nadie muere sin cuentas, hay frutas en los árboles y peces en el río, y hay un río a veinte cuadras de mi casa,  hay niños que sonríen y viejos a quienes escuchar, hay música y  artistas y ciencia y sabiduría en el mundo…
¡Hay tanto de donde agarrarse cuando las ganas de sobrevivir son mas fuertes que las de quedarse tumbado!



Texto publicado en la Revista La Hoja de la Costa