martes, 11 de diciembre de 2012

Tonta, ciega, sorda y muda

El Síndrome Shakyra

¿Quién alguna vez a lo largo de su existencia no se sintió afectado por el Síndrome Shakyra, o miró con desconcierto a alguien sin saber a ciencia cierta lo que le estaba sucediendo, hasta que agudizando los sentidos pudo vislumbrar que lo que le pasaba a ese “otro” era el Síndrome Shakyra?
Este síndrome como el gripal consiste en la aparición de un conjunto de síntomas característicos de una enfermedad, y entre los más distintivos se encuentran: mirar para otro lado o entornar los ojos hacia arriba como descubriendo una nueva tela de araña en el cielo raso, cambiar el tema de la conversación abruptamente, levantarse y dar una vuelta de tipo excursionista o turística por tu propia casa quedándote con la vista clavada en algún detalle de la vereda del vecino de enfrente apoyando un hombro en el dintel de la ventana (éste estado puede durar largos minutos, incluso llegar a la media hora), abarajar algún diario viejo y hojearlo como buscando un mensaje en clave o una cartilla vieja de productos de belleza y raspando el circulito con el interior de la muñeca acercarla a la nariz y darte cuenta que ya no huele a nada, hacer zapping en la tele con el volumen bajísimo y quedarte en un canal donde la película no está subtitulada viendo pasar las escenas una tras otra sin acusar el detalle del sonido, al final de la comida ponerte a contar las puntitas filosas de un  Tramontina, sentarte en el inodoro sin ganas de hacer ni número uno , ni dos, ni tres, y ponerte a buscar rayas o disonancias de colores  en los  azulejos para caer en la cuenta luego de un rato cuando ya cortaste un pedacito de papel higiénico que todavía no hiciste nada, acomodarte la ropa interior y volver al dintel de la ventana, o al diario, o a la tele, o a la charla con tus amigas cuyas voces te suenan al murmullo del agua corriendo entre las piedras de algún río de montaña, y reírte cuando todas ríen, o asentir cuando alguna parece haber dicho algo importante, agarrando el mate cuando te toca el turno en la vuelta y devolverlo a quien no está cebando. Estos son los síntomas más elocuentes de que estás teniendo el síndrome Shakyra y te volviste tonta, ciega, sorda y muda. El mundo exterior te resulta distante y el interior se siente, como para tener una idea, como el Triángulo de las Bermudas, donde todo lo que alguna vez sentiste, experimentaste, aprendiste, sufriste o gozaste desaparece sin dejar rastros en el limbo de las emociones, ese lugar incierto y temido al que regresarás indefectiblemente cuando  te sanes y el Síndrome Shakyra abandone tu cuerpo y tu espíritu. El síndrome denota que una afección esta invadiendo tu vida, que cual virus, esa enfermedad que te aqueja tiene un tiempo de desarrollo hasta llegar a su esplendor y luego va desapareciendo cuando cumple su ciclo. Cuando esa enfermedad te ocurre amiga al mirarte en el espejo te dirás incrédula y con los ojos abiertos como un dos de oro (con el permiso de Andrés): ¡qué los parió me volví a enamorar!
                                                                                                           Sonia Valussi

Este texto fue publicado en la Revista La Hoja de la Costa Nº33